15 enero 2021

El hongo de los nazis

Uno de los hongos o setas comestibles más fáciles de distinguir es la Coprinus comatus, también conocida como chipirón de monte, apagavelas, barbuda o sombrerillo. Aparece habitualmente en praderas baldías, campos degradados y márgenes de caminos, con un pie largo y delgado que se separa con facilidad del sombrero blancuzco.

Su nombre Coprinus del griego kopro– significa literalmente “vivir del estiércol”, una denominación que le viene como anillo al dedo, dado que se nutre de la materia orgánica, rica en nitrógeno, que encuentra en su hábitat.

La Coprinus comatus en el campo

Curiosamente, con las esporas de esta seta, al descomponerse, se puede fabricar una tinta que, durante el medievo, fue empleada con profusión. De su importancia dan fe muchas miniaturas de la época, que nos muestran al diablo tratando de robar este preciado producto. Recientes investigaciones han encontrado trazas de tinta de este hongo en los manuscritos del Mar Muerto y en el Evangelio perdido de Judas.

Monge en su scriptorium
La barbuda o apagavelas era recogida por los monjes de los monasterios de toda Europa, quienes la almacenaba durante el tiempo necesario hasta su transformación en una “sopa de esporas” de color negruzco. Una vez refinada y convertida en tinta, era empleada por los monjes para escribir, dibujar y garabatear en los scriptorium de sus cenobios. Se puede decir que la Coprinus comatus permitió proteger gran parte de la sabiduría medieval gracias a su “caldo fagocitado”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la línea que separaba la vida de la muerte era muy delgada. Disponer de un documento o pasaporte que permitiera el libre movimiento por la Alemania nazi o la Francia ocupada era un lujo que no estaba al alcance de cualquiera y que podía evitar la deportación a los tenebrosos campos de trabajo alemanes.

Pasaporte alemán
Con estos mimbres, es fácil adivinar el rol que desempeñaron los falsificadores de pasaportes y salvoconductos durante la contienda. Uno de los más famosos y heroicos fue Adolfo Kaminsky, un miembro de la resistencia francesa que, con su minucioso trabajo, consiguió salvar cientos de vidas humanas.

Lo que este buen hombre no sabía es que el contraespionaje nazi contaba entre sus filas con un aliado de excepción, el hongo Coprinus comatus. El servicio de inteligencia teutón descubrió por pura casualidad que, mediante el uso de su tinta, se podía verificar la autenticidad de los documentos alemanes. El proceso que las autoridades nazis llevaban a cabo era muy sencillo: a la tinta habitual que usaban para redactarlos, añadían la tintura obtenida a partir del hongo.

Para verificar posteriormente la autenticidad de un documento, bastaba con analizar su escritura bajo un microscopio: si se encontraban trazas de esporas, la legitimidad era incuestionable. En caso contrario estaban ante una falsificación y el portador acabaría malamente su aventura.

De esta forma, el Coprinus comatus se convirtió en un involuntario cómplice en aquel mundo de pesadilla nazi.


Fuentes: Science in School, ABC Ciencia y La Casa de las Setas.
Imágenes: ABC Ciencia, Todo Colección y Pinterest.

4 comentarios:

Ramon Tejeiro dijo...

Gracias, maestro, por tan ilustrativo artículo...pero, en realidad, a mí, las setas que me interesan son las comestibles y me parecería un crimen imperdonable convertir una amanita cesárea, por poner un ejemplo, en tinta o similar.
Todo esto me lleva a reflexionar la cantidad de veces que el ser humano ha comido guarrerías para acabar discerniendo que la cesárea es una delicia, mientras que la phalloides mata o el chipirón de monte puede ser desviado de su destino lógico, que es ser degustado, para convertirse en tinta.

Trama dijo...

Excelente historia, gracias por compartir.
Saludos desde Uruguay

Unknown dijo...

Muy interesante. Según wikipedia, Kaminsky solía decir: "Manténganse despiertos el mayor tiempo posible. Luchen contra el sueño. Los cálculos son fáciles: en una hora, hago treinta documentos falsos. Si duermo una hora, treinta personas morirán".

Esta mañana he puesto la radio. Anunciaban a todo trapo fútbol (copa del rey, nosecuantosavo de final) desde las 12 de la mañana hasta la una de la madrugada. Imaginad qué país tan distinto podríamos llegar a ser si hubiera más programas que contaran historias como la de Kaminsky y sus falsificaciones, el código Enigma, ​el acoplamiento del Apollo y la Soyuz en el espacio, la exploración del Polo Sur... Bueno, os dejo que comienza el Fuenlabrada-Leganés.

Lourdes Ortega dijo...

Curiosa historia y nunca mejor dicho. Me ha encantado, ya que desconocia la existencia de dicho hongo y lo importante que fué en determinado momento para la historia de la humanidad.
Un abrazo, Fe.