18 septiembre 2021

Frustración y pandemia que no cede

Llegó septiembre y aunque la situación del covid-19 no es la misma que hace unos meses, aún nos queda un camino, no sabemos si largo o corto, por recorrer, aunque todos tienen un final.

En la pandemia, muchos intentamos ejercitar el don de la paciencia: esperamos, con la mascarilla puesta, estar vacunados y que bajen los contagios y anticipamos el día en que volvamos a abrazar a otros sin miedo y a viajar sin preocupaciones. También ejercemos otra paciencia más filosófica, esa que, ante una persona desconsiderada, intenta ponerse en los zapatos del otro —no todos—, en medio de una gran incertidumbre.


Pero, como escribía Paul Krugman, hablamos poco sobre una frustración muy extendida y que él llama “la rabia de los responsables”: la molestia de algunas personas respetuosas de los lineamientos de salud pública frente a quienes se resisten a vacunarse o creen que no usar mascarilla en lugares públicos y concurridos es una libertad personal superior al bien común.

Ante un virus altamente contagioso, las decisiones individuales tienen un impacto masivo: un estudio mostró cómo se propagó el coronavirus cuando una docente sin vacunar y contagiada se quitó la mascarilla en un aula de primaria, un acto que desencadenó 26 infecciones. No hay que olvidar que, aunque son molestas, existen buenas razones para creer que usarlas en la escuela podría mejorar ciertas habilidades sociales y cognitivas.

Sucede que las discusiones sobre salud pública se han ido tornando cada vez más desagradables, no solo a nivel político, sino incluso en una escala personal. Y es que, a nivel intelectual, hay un desafío enorme. Experimentamos el proceso científico en tiempo real y en carne propia: una odisea impredecible de actualizaciones constantes.

Un día hay que desinfectar todas las superficies y otro lo importante es la ventilación; nos informan de que los que corren riesgo son los adultos mayores, y unos meses después, son los niños quienes están en peligro. En un ensayo reciente, una reportera especializada en salud, analizaba las complejidades de seguir los consejos de los expertos en un momento en el que la ciencia parece caprichosa e indecisa.

“El camino que queda por delante es difícil”, escribe. “El virus traerá más sorpresas y los mitos que ya se han arraigado serán difíciles de borrar”.

¡Feliz otoño para los septentrionales y que disfruten de la primavera mis queridos amigos del sur!

3 comentarios:

PG dijo...

A las crisis de identidad, se le suma la crisis económica, y ahora la sanitaria. Las democracias, están a prueba, entre otras cosas. Pero lo importante es no perder el humor, buscar huequitos de racionalidad que siempre existen y convencer hasta donde se pueda, que la preocupación por conocer y analizar es lo único que nos diferencia, y que ese conocer está disponible y accesible a todos y debe de ser activado por cada uno de nosotros.

Guillermo dijo...

Recuerdo cómo nos contaban al principio cuántos días podía sobrevivir el virus en cada una de las superficies: 3 en el cartón, 4 en el plástico, 5 en el vidrio, etc. Y cómo nos decían que había que desinfectar bien con lejía todos los productos que hubiésemos comprado en el supermercado. Lo cierto es yo jamás ha hecho desinfección alguna de productos alimenticios.

Ramón dijo...

Paciencia... Sí, esa va a ser la solución.