09 abril 2021

Paraguay fantástico: El guaguingue

Al anochecer en los bosques paraguayos, si se presta atención, puede escucharse el lamento de un extraño pájaro: el guaguingue o urutaú al que, durante el día, se le ve posado en lo más alto de un árbol, con los ojos siempre fijos en el sol. Según la creencia popular, el urutaú llora todas las noches.

Recuerda una antigua leyenda a una joven, kuñatai de singular belleza, la más famosa y festejada por sus encantos naturales entre la gran familia guaraní. Desde lugares lejanos, apuestos mancebos acudían atraídos por tan bellísima mujer. Su altivez, sin embargo, la hacía inconmovible ante los galanteos y reclamos de amor, de modo que los pretendientes regresaban desconsolados a sus lares.

La preocupación por ella aumentaba en la tribu con el paso del tiempo, hasta que el padre decidió invocar a Tupá, el dios supremo de los guaraníes que creó la luz y el universo, para que intercediera con su poder. Y Tupá le escuchó. Poco tiempo después, como aparecido de no se sabe dónde, vieron llegar a un apuesto forastero de cabello dorado y ojos azules como el cielo.

Al verle, la joven fue presa de una extraña sensación, emocionada por las palabras de amor del forastero, temblando por primera vez ante la presencia de un hombre. No tardó en comunicar a su padre la impresión que le causaba aquel esbelto mozo y su anhelo de vivir con él para siempre.

TEKOGUARANI
Se preparó el casamiento. Concurrieron músicos y danzarines, notables y hechiceros, para que la fiesta fuera todo un éxito, con abundancia de comida, frutas, chicha y mieles. La más gloriosa celebración que recuerda la historia de la raza.

Ya en el nuevo hogar, la vida transcurría armoniosamente. Sin embargo, algo extraño comenzaba a inquietar a la bella mujer: todos los días, antes del amanecer, su esposo emprendía el camino a su trabajo, regresando a casa una vez oculto el sol.

Una noche, la bella kuñatai interrogó a su hombre sobre la razón de su desaparición diurna. Le contestó que le contaría su secreto, siempre que ella fuera fiel depositaria del mismo porque, de lo contrario, perdería su amor para siempre. Cuál no sería el asombro y la alegría de la mujer al saber que su esposo era el mismísimo Sol, señor de los cielos, convertido en ser humano. 

Al día siguiente, la madre halló a su hija más alegre que nunca, sonriente y con la mirada fija hacia el sol, y la joven acabó por confiarle su secreto. Consciente de que había violado la promesa hecha a su marido, cerrada la noche y cuando aquel no regresaba al hogar como de costumbre, recordó sus palabras: “me perderás para siempre”, y estalló en un incontenible llanto.

Huyendo de su tribu, se internó en los bosques para esconder su tristeza. Trepó a lo más alto de un árbol para estar más cerca del sol e implorar el perdón de su amado, con lo ojos llenos de lágrimas, siempre fijos en su ya perdido amor.

Es el triste y doloroso llanto del guaguingue cuando se va el día, el pájaro fantasma de los guaraníes.


Fuentes: ABC Color, El bestiario paraguayo, Rescatando mi cultura guaraní (Argentina), Blanca Maria G. R. y Prof. Angélica Saucedo. Compilado y resumido por FG.
Foto del guaguingue: Visitemos Misiones.

3 comentarios:

Koe dijo...

¡Qué hermosa historia! Como siempre es un placer leerte

Álvaro A.L. dijo...

No conocía la historia, bonita pero triste.

Ramon Tejeiro dijo...

Gracias, Félix...bonita leyenda