Yule es el nombre de las fiestas con las que los vikingos celebraban la llegada del solsticio de invierno, es decir, el fin de los días más oscuros. Se encendía un gran tronco del año anterior, que debía arder durante toda la noche. Sus llamas espantaban a los malos espíritus y sus cenizas se esparcían por los campos a la mañana siguiente, en la creencia de que traerían buenas y ubérrimas cosechas.
El Yule era considerado como momento de descanso, final de ciclo en el trabajo y final de año, pidiéndose salud y prosperidad para el próximo, esto es, más o menos como ahora. Se celebraba un gran sacrificio dedicado a los dioses de la protección y la fertilidad, Frey y Thor, para continuar con un gran banquete en el que se comía cerdo y los animales que sacrificaban y donde, ¡por Odín!, no podía faltar la cerveza en una fiesta vikinga. De hecho, los vikingos tenían diferentes tipos de cerveza para según la ocasión. En este caso se bebía la jólaöl, de la que ofrecían un barril a sus dioses para emborracharse juntos.
Además de los juegos, la bebida, la comida y la diversión, no faltaba la hospitalidad, otro rasgo característico de estas fechas. Se ofrecía hospedaje y todo tipo de atenciones a los recién llegados. A veces, el banquete se celebraba delante de las tumbas de familiares y amigos.
La cabra de Yule es uno de los símbolos escandinavos de la Navidad que aún se conserva, decorando las casas con figuras de cabra hechas de paja trenzada [1]. El macho cabrío solía ser quien llevaba las ofrendas para los sacrificios y que, en ocasiones, se sustituía por dos hombres ataviados con las pieles del animal y una cornamenta. Con el tiempo, disfrazarse así se convirtió en una tradición, consistente en pasearse por el pueblo para hacer reír y asustar a niños y mayores.
En el siglo XIX la cabra se convirtió en la portadora de los regalos en Escandinavia [2], como reminiscencia de aquella cabra que habría llevado las ofrendas a los dioses y que, con el tiempo, acabó derivando en las figuras de Jultomten, Julenisse o Joulupukki, versión nórdica de los San Nicolás, Papá Noel o Santa Claus.
En sus orígenes más primitivos, esta tradición debió estar ligada al dios Thor, a quien muchos asocian solo con la guerra o las batallas. Sin embargo, también era el dios protector de los hombres, con influencia en el clima, las cosechas y la justicia. Thor viajaba en un carro tirado por dos machos cabríos mágicos llamados Tanngrisnir y Tanngjóstr que tenían la peculiaridad de que Thor podía cocinarlos para alimentarse y luego revivirlos, utilizando el poder regenerador de su fantástico martillo.
Obviamente, los vikingos no eran el único pueblo pagano. De hecho, celtas, íberos, romanos… todos contaban con sus celebraciones durante los solsticios. Con el auge del cristianismo, la Iglesia comprendió que no podría cambiar costumbres tan fuertemente enraizadas en sus culturas: lo que hizo fue convertirlas en celebraciones cristianas.
En el siglo IV, paulatinamente, los vikingos dejaron de celebrar el nacimiento del Sol, dando paso al nacimiento de Jesús y la fiesta de la Navidad.
IMÁGENES: Arriba, celebración de Yule, fotograma del documental animado “Asterix y los vikingos”. Centro, cabra en Slottstorget, Suecia. Abajo, la cabra portadora de regalos.
[1] En la ciudad sueca de Slottstorget, la Plaza del Castillo se adorna cada año con una cabra Yule gigantesca, de paja trenzada, con un peso total de más de 3 toneladas, 13 metros de alto y 7 de ancho.
[3] Imaginad la figura de Santa Claus, pero, en vez de pensar en un hombre con barba blanca y vestido de rojo… suponed una cabra con un saco de regalos encima. Ver imagen arriba.
Créditos: Sobre libros y cultura, VisitDenmark, Archivos Historia y The Valkirie’s Vigil.
1 comentario:
Interesante conocer las costumbres de las fiestas de fin de año en otras culturas. Gracias por poner a nuestra disposición lecturas que enriquecen nuestro acervo cultural.
Un feliz año nuevo a los lectores. Saludos
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