05 diciembre 2020

Pirineo mágico: El dolmen de la Losa Mora

No es ningún secreto que algunas tribus de hombres primitivos que poblaron la faz de la tierra vivieron, procrearon y murieron por estas alturas pirenaicas. Numerosas muestras de carácter funerario dan prueba evidente de su paso, dejándonos un legado de gran valor: los dólmenes.

Se trata de un enterramiento prehistórico construido por los primeros pastores trogloditas, apenas humanos. Conocemos algo de aquella cultura gracias a estos imponentes testimonios neolíticos de pesadas piedras, levantados, probablemente, con mucho esfuerzo y alguna dosis de ingenio. Los dólmenes representan una actitud espiritual ante la muerte, diferente a todo lo conocido hasta entonces.

Dolmen de la Losa Mora
En lo más profundo de la Sierra de Guara [1], en un hermoso paraje, ideal para disfrutar de la naturaleza, encontramos el dolmen llamado de la Losa Mora. Por su enorme tamaño y su ubicación solitaria en aquel entorno, es fácil comprender que las gentes del lugar refieran remotas leyendas de seres fantásticos y sucesos extraordinarios para explicar cómo pudo surgir semejante mole en ese enclave.

Cuenta la leyenda que un rey moro se enamoró perdidamente de una joven cristiana habitante de aquellos contornos. A pesar de la oposición de su familia, que veía imposible el amor entre dos personas que rezaban a dioses diferentes, ella le correspondía con la misma intensidad.

Una mañana, los enamorados decidieron huir a caballo, ella a la grupa, hacia algún lugar lejano donde pudieran amarse sin nada que temer.  Algunos cristianos los vieron enfilar el camino del norte, e iniciaron una implacable persecución. Tardaron poco en acortar distancias y una lluvia de flechas apuntadas a la pareja partió de sus ballestas.

En un recodo del camino, los enamorados pusieron pie a tierra y se escondieron con su jadeante montura entre grandes arbustos. Los perseguidores pasaron de largo y el ruido de los cascos de sus caballos se perdió en la lejanía. El rey moro, feliz por haber logrado despistarles, giró la cabeza de su amada para admirar su belleza una vez más. Sin embargo, contempló horrorizado cómo, en ese mismo instante, ella exhalaba su último suspiro: una de las flechas había partido el corazón de la joven.

Hilandera (Jorge Martínez Jordán)
Loco de dolor, depositó cuidadosamente a su amada en la suave hierba y amontonó sobre ella un túmulo de grandes piedras para que las alimañas no pudieran profanar su cadáver. Al regreso de los cristianos, el rey moro salió al camino y se dejó matar para permanecer por siempre al lado de quien amó.

Los perseguidores, conmovidos, lo sepultaron en la misma tumba que él había construido para su amada y que, desde entonces, se conoce como el dolmen de la Losa Mora.

Existe otra versión mucho menos romántica. Cuentan que pasó por allá una hilandera o filadera gigante, llevando en la cabeza una gran piedra en equilibrio, a modo de parasol, mientras hilaba. Cuando terminó su labor y se sentó a descansar, lo hizo entre dos grandes rocas que surgían verticales del suelo. Allí quedó depositada la piedra que llevaba sobre su cabeza y allí continúa, formando el dolmen. 

Hay que saber que la hilandera es una figura mágica en la mitología pirenaica que representa la vida y la muerte: mientras hila con su rueca está viva, pero, cuando se le acaba el hilo, muere.

En ese caso, sin hilo, la piedra que portaba sirvió para erigir su propia tumba.


[1] Entre las abandonadas aldeas de Otín y Nasarre, cerca de Rodellar, dirigiéndonos al barranco de Mascún, en la provincia de Huesca.

Fuentes: Julia Carrera (diario Heraldo), Sierra de Guara (guara.org), Piedras sagradas (piedras-sagradas.es), Alquezar Turismo Rural (hotelcastilloalquezar.com) y FG. 
Imágenes: Alquezar Turismo Rural y Escultura Urbana Aragón.

4 comentarios:

Andrés dijo...

Llevas ya escritas muchas leyendas pirenaicas. Creo que deberías recogerlas todas juntas en un blog separado o, mejor aún, en un libro. Un abrazo.

FG dijo...

Sí, es una idea a considerar. Gracias.

Unknown dijo...

Gracias Félix,es un placer leer tus historias

Lourdes Ortega dijo...

Una historia muy bonita.
Un abrazo.