22 diciembre 2020

La Navidad de las burbujas

Burbuja suena a alegría, a champán, a ducha... También a ingravidez, ligereza y fragilidad. El profesor, investigador y escritor Jorge Wagensberg —español a pesar del apellido, decía que “el hexágono pavimenta, el cono concentra y la burbuja protege”.

Con su fina lámina invisible, que delimita y separa, las burbujas son ahora los núcleos familiares de personas que conviven juntos y que esta Navidad se convierten en el entorno más seguro que podemos encontrar en este annus horribilis de incertidumbre y pandemia.

La familia en Navidad
Esta debería ser la Navidad de la prudencia… y de las burbujas. Cada uno en su casa. Porque el virus no está aquí o allá, sino en las personas que van de un lugar a otro. Y el escenario que más fácil se lo pone para seguir transmitiéndose y multiplicándose es un acogedor interior, bien calentitos, en torno a una mesa donde varias generaciones que no viven bajo el mismo techo relajan las medidas de protección porque se sienten en casa, con la gente de mayor confianza, los suyos, y están tan a gusto que, cuando quieren darse cuenta, llevan juntos varias horas, comiendo, hablando y cantando o bailando si se tercia.

Las consecuencias

Una persona contagiadora sentada a esa mesa puede ser el inicio de una pesadilla, en este caso después de la Navidad [1]. Nadie querría haber invitado a esa persona, pero la clave está en pensarlo al revés: somos cada uno de nosotros quienes, sin saberlo, podríamos estar contagiando, el día de Navidad, a nuestros seres más queridos.

Aunque a las restricciones impuestas por las autoridades —movilidad, número máximo de comensales, toque de queda— se une un arsenal de medidas de protección —mascarillas, distancia, ventilación, lavado de manos, limpieza de superficies…—, si tenemos planeados encuentros navideños, el riesgo cero no existe.

En una de esas metáforas covid que huyen de lo bélico, el coronavirus es como la pintura, por ejemplo. Da igual lo cuidadoso que uno sea: cuando se está pintando algo, al final siempre queda alguna reluciente mancha de pintura sobre la ropa del pintor, aquí y allá.

Fatalmente, el coronavirus ni reluce ni se ve.


[1] En tres de cada 100 cenas de Nochebuena con diez comensales habrá una persona contagiosa, según el Instituto de Biocomputación y Física de los Sistemas Complejos de la Universidad de Zaragoza.

Fuente: Resumen de un artículo de María Pilar Perla Mateo publicado en Heraldo de Aragón.
Imágenes: Carrefour Viajes y Agencia Efe.

4 comentarios:

Koe dijo...

Es feo, a veces nos parece mal, pero tenés toda la razón del mundo. No hace falta que sea un día especifico del calendario para demostrar a nuestros seres queridos lo que sentimos, mejor cada uno en su Casita y cuando se termine esta pesadilla vamos a festejar que se haya terminado, la Navidada y todas las demás ocasiones que no pudimos antes. Gracias Félix por tus entradas hermosas, graciosas y a veces un poco más serias. Te deseo felices fiestas y te mando un fuerte abrazo virtual!

Anónimo dijo...

Leí un tweet sobre esto que me hizo gracia: "la cantidad de quejas y protestas este año por no poder celebrar las navidades en familia es directamente proporcional a la cantidad de quejas y protestas otro años por tener que celebrar las navidades en familia."

Paco dijo...

Muy interesante, como siempre. Estimado Felix, le has dado un giro muy interesante a todo lo que se ha escrito sobre el famosísimo virus.

Guillermo dijo...

Con todos los cuidados que corresponde ¡Feliz Navidad Félix!