19 noviembre 2021

Patio de Monipodio

Monipodio, como se sabe, es un personaje de "Rinconete y Cortadillo", la novela picaresca de un tal Miguel de Cervantes, que muchos ignoran en esta España nuestra que se desangra culturalmente a chorros. En ella se retratan episodios que hoy, tal y como pajean las cosas, no dejan de ser de una rabiosa actualidad.

Sin embargo, gracias a las encontradas, variadas e interesadas opiniones que se vienen leyendo a posteriori sobre lo que dijeron los adversarios de cualquier tertulia, lo que queda es lo escrito por los que viven a sueldo de los medios amaestrados y las chorradas de los tertulianos que pontifican hasta el punto de que, según el medio, el vencedor ha sido el que mejor convenga a sus intereses particulares o empresariales.

Patio de Monipodio es la expresión que ha quedado para aludir al lugar donde se reúnen maleantes de todo tipo. Maleantes, no me atrevo a decir —todavía—, pero mareantes en el mismo contubernio, sí, ya que, según el diccionario, lo son aquellas personas que marean con su continuo movimiento o charla, con su pesadez y su vacuidad.

Tal vez por esta razón, no aguanté ni un cuarto de hora frente al televisor donde algunos que les dicen líderes de sus partidos debatían en un Debate. Me acosté para seguir leyendo sobre El vuelo de la inteligencia que, en esta gente, por cierto, ha volado bien poco.

La televisión tiene la ventaja de que permite apagarla o abandonarla cuando repiten las películas, y ésta del Debate está más vista que Lo que el viento se llevó que, por mucho que atraiga al principio, Scarlett O'Hara y Rhett Butler son dos ambiciosos retorcidos, Ashley Wilkes un romántico de enciclopedia y Melani Hamilton una pasta flora empalagosa resignada a llevar cuernos espirituales de por vida. Quiero decir que nada cambia por muchas veces que se vea.

Lo mismo que el Debate: el bueno, el feo, el malo y el tontolaba, donde cambian las caras, pero no las intenciones ni el argumento, cuya finalidad no es captar nuevos entusiastas, sino barrenar, dar coba, a los ya convencidos.

Para llegar a la conclusión de que todos los intervinientes en el "debate del siglo" no han hecho más que especular, bastaría remitirse a que se han limitado a pregonar enunciados, sin aclarar cómo y con qué pretenden llevarlos a cabo, que es lo que vienen haciendo desde siempre.

Corrupciones e incompetencias aparte, abusar del cuento de la buena pipa es una de las causas principales de la poca credibilidad de los políticos, y mientras no se considere delito las promesas incumplidas, el patio de Monipodio será un corral sin vallado donde todo es secundario: un amasijo repugnante y una falta de respeto a los contribuyentes y televidentes, quiero decir a los ciudadanos que han de votar, como siempre, a ciegas, a sordas y a mudas.

Claro que, si malos son sus discursos, peores son sus silencios. Menos mal que va quedando que uno de ellos, y no diré quién, según la experta Susana Griso, tiene el "culito" más presentable de todos los tertulianos. ¡Algo es algo!


Fuentes: "Rinconete y Cortadillo" y TVE.

15 octubre 2021

Hispanidad

He aquí un concepto que los centinelas de la corrección política han desterrado por completo de nuestro lenguaje. Hispanidad significa o significaba, en primer lugar, el conjunto de todos los pueblos de cultura y origen hispánico diseminados por el mundo. Expresa, en segundo lugar, el conjunto de cualidades que distinguen del resto de las naciones del mundo a los pueblos de estirpe y cultura hispánica.

Para los que conocemos bien la historia de América, no nos parece extraño que las poblaciones andinas se unieran de buena gana a las huestes de Pizarro contra la tiranía inca o que los tlaxcaltecas se aliaran con Cortés contra los mexicas, porque ambos conquistadores más fueron libertadores de pueblos oprimidos y esclavizados.

La llegada de Colón. El descubrimiento.
Y tras la extinción de tan odiosos regímenes, se estableció un periodo de trescientos años de paz española, donde la libertad, la dignidad, las tierras y el salario de los indios fueron respetados, y esa fue la primera vez que en la historia de las Américas los indígenas fueron tratados como personas cristianas, y no como ganado, como objetos o como fuerza de trabajo.

Es notable observar cómo todo lo sólido que hay en Iberoamérica proviene de esa época: el casco histórico de las ciudades fundadas por España; los templos, las universidades y colegios, la red hospitalaria, la lengua, la religión, la cultura uniforme… el fruto de años de aplicación de las Leyes de Indias, de próspera tranquilidad y de mestizaje. No había ejércitos y apenas policía que vigilara, y los arrieros o los viajeros podían caminar con toda seguridad desde el río Grande en México hasta la Tierra del Fuego, atravesando aquel inmenso territorio español, que no eran colonias, sino provincias.

Sacrificio humano precolombino

En esta época en que los presidentes de Venezuela, Bolivia, México, Perú e incluso Estados Unidos, con mezcla de ingratitud, ignorancia y oportunismo repudian el descubrimiento, Iberoamérica se sumerge en un surrealista lodazal político, social, económico y cultural. La poderosa unidad continental española se resquebraja en un haz de naciones poco relevantes, donde se suceden las guerras, los cuartelazos, el marxismo, la inseguridad, la violencia… mientras las compañías extranjeras, que no españolas, desvalijan a conciencia los recursos naturales.

Dos siglos de independencia sin levantar cabeza. Pero es más socorrido ocultar el mal gobierno: el subdesarrollo persistente, las desigualdades profundas, la miseria, la corrupción, el hacinamiento urbano, el saqueo de las materias primas, la destrucción de las selvas, el narcotráfico… y criticar a España, que gobernó prudentemente Iberoamérica durante tres siglos y la incorporó a la cultura occidental.


Fuentes: Borja Cardellús en ABC y Juan Manual de Prada en Scielo.
Imágenes: Admagazine y PeriodistaDigital

01 octubre 2021

Otoño: La leyenda de Kanshout

 Los árboles de mi calle se están poniendo dorados.
El otoño de otros años ha vuelto y los ha pintado

Cuentan los que saben de esto que, hace mucho tiempo, existió una tribu llamada Selk’nam, que vivía en el último y más remoto lugar del planeta, la llamada Tierra de Fuego, en la punta de más abajo de América del Sur, donde los árboles no perdían nunca sus hojas.

La tradición obligaba a los jóvenes a partir en busca de aventuras cuando cumplían la mayoría de edad. De esta forma ganaban en autonomía y madurez. A su regreso, debían contar a la tribu lo que habían visto más allá de la Tierra de Fuego.

De entre los jóvenes, Kanshout destacaba por ser tremendamente curioso. ¡Estaba deseando descubrir todas las maravillas que, sin duda, habría fuera de allí!

Partió feliz, pero tardó mucho en regresar. Tanto, que todos pensaron que habría muerto. Kanshout volvió un año después, radiante de felicidad.

¡Tenéis que escucharme todos! dijo emocionado ¡Encontré un lugar donde los árboles pierden sus hojas y después vuelven a nacer, mucho más verdes y hermosas! Los árboles cambian de color. Se vuelven amarillos y rojizos como el fuego, luego se quedan desnudos y, meses después, comienzan a brotar nuevas hojas de un precioso color verde.

Todos le miraron con extrañeza. ¿Se habría vuelto loco?

Comenzaron a reír, pensando que les estaba tomando el pelo. El pobre Kanshout se dio media vuelta y aguantó como pudo los insultos y las risas de todos. Pero ¡les daría una buena lección!

Los árboles perdían las hojas a su paso

Kanshout pidió a los dioses que le transformaran en un pájaro del color de las hojas que había visto, con algunos poderes. Los dioses le convirtieron en un precioso loro de plumaje verde y pecho dorado que, volando sobre los árboles de la Tierra de Fuego, a su paso, fueron despojándose de sus hojas.

La tribu pensó que los dioses les habían castigado. Contemplaban con horror cómo los bosques se coloreaban de amarillo, perdían sus hojas al menor soplo de viento y se quedaban desnudos.

¡Los árboles se mueren! gritaban algunos—.

Pero los árboles no murieron y, tiempo después, cuando llegó la primavera, de las ramas que parecían secas comenzaron a brotar hojas de un precioso verde brillante.

– ¡Kanshout tenía razón! dijeron avergonzados.

Desde entonces, los loros sobrevuelan los árboles y, cuando se posan en sus ramas, gritando, se cree que se están riendo de los hombres que no creyeron en el otoño.


Fuente: Tucuentofavorito.com. Imágenes: Leyendas del mundo ceniza.

18 septiembre 2021

Frustración y pandemia que no cede

Llegó septiembre y aunque la situación del covid-19 no es la misma que hace unos meses, aún nos queda un camino, no sabemos si largo o corto, por recorrer, aunque todos tienen un final.

En la pandemia, muchos intentamos ejercitar el don de la paciencia: esperamos, con la mascarilla puesta, estar vacunados y que bajen los contagios y anticipamos el día en que volvamos a abrazar a otros sin miedo y a viajar sin preocupaciones. También ejercemos otra paciencia más filosófica, esa que, ante una persona desconsiderada, intenta ponerse en los zapatos del otro —no todos—, en medio de una gran incertidumbre.


Pero, como escribía Paul Krugman, hablamos poco sobre una frustración muy extendida y que él llama “la rabia de los responsables”: la molestia de algunas personas respetuosas de los lineamientos de salud pública frente a quienes se resisten a vacunarse o creen que no usar mascarilla en lugares públicos y concurridos es una libertad personal superior al bien común.

Ante un virus altamente contagioso, las decisiones individuales tienen un impacto masivo: un estudio mostró cómo se propagó el coronavirus cuando una docente sin vacunar y contagiada se quitó la mascarilla en un aula de primaria, un acto que desencadenó 26 infecciones. No hay que olvidar que, aunque son molestas, existen buenas razones para creer que usarlas en la escuela podría mejorar ciertas habilidades sociales y cognitivas.

Sucede que las discusiones sobre salud pública se han ido tornando cada vez más desagradables, no solo a nivel político, sino incluso en una escala personal. Y es que, a nivel intelectual, hay un desafío enorme. Experimentamos el proceso científico en tiempo real y en carne propia: una odisea impredecible de actualizaciones constantes.

Un día hay que desinfectar todas las superficies y otro lo importante es la ventilación; nos informan de que los que corren riesgo son los adultos mayores, y unos meses después, son los niños quienes están en peligro. En un ensayo reciente, una reportera especializada en salud, analizaba las complejidades de seguir los consejos de los expertos en un momento en el que la ciencia parece caprichosa e indecisa.

“El camino que queda por delante es difícil”, escribe. “El virus traerá más sorpresas y los mitos que ya se han arraigado serán difíciles de borrar”.

¡Feliz otoño para los septentrionales y que disfruten de la primavera mis queridos amigos del sur!